Birdie.

“Solo gritaría, con el único miedo de quedarme sin voz para seguir liberándome.”

Miraba fijamente todo el tráfico, los coches paraban a verla, algunos se escandalizaban al ver el desnudo y la naturalidad con la que lo llevaba. Ni un harapo tapaba lo más mínimo de su ser. Echó a correr. Entre los coches, saltando los bancos del parque infantil que estaban a su lado.

Su expresión neutra la catalogaba de loca.
Y, quizás, así fuera.

Tenía la mente demasiado ocupada pensando en maneras de volar, en formas de escapar de aquel bullicio. Desde que era niña pecaba de soñadora. “Tienes la cabeza llena de pájaros” o “Te pasas el día en las nubes” eran como un “Buenos días”, tan repetido, tan usual, que había perdido el sentido. Sin embargo, ésta era la razón por la que en primavera era como un jardín al que cuidan diariamente. La cabeza se llenaba de vivos colores, cantos de pájaros revoloteando de oreja a oreja, sus ojos parecían flores y sus mejillas adoptaban el color de las manzanas. Era todo un espectáculo poder contemplarla. Pero benditos aquellos que presenciaban todos sus vendabales: desde la simple brisa de sus ojos hasta el tornado que provocaba el galope de su despedazado corazón.

Disfrutaba de ser ella, de no pertenecer a nadie y que, sin que los demás lo supieran, todo le perteneciera a ella, como el viento que expulsaba cuando no era capaz de decir todo aquello que necesitaba soltar, las nubes que le invadían el cerebro, el sol que irradiaban sus ojos, el arco iris que se formaba en sus senos o el valle florido y los largos tallos de sus piernas. Casi transparente, dejaba que cualquiera visitase su interior, al que con apabullante precocidad habían convertido en un parque de atracciones, sin guardabosques que velasen por los incendios fortuitos o los desbordamientos de su río interior.

Su traje nudo asombraba a centenares. Su cara también era de perplejidad ante los animales salvajes despojados de corazón con los que se encontraba, algunos la colmaban de insultos, mientras, otros trataban de hacer notar su virilidad mediante piropos que solo así le parecían a aquellos que deambulaban sin cerebro.

Su expresión neutra la catalogaba de loca.
Y, quizás, los únicos locos son ellos.
Ella vive para sí misma,
no para los demás
y, por desgracia,
pocos son capaces de entenderlo.

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